Por Bernardo Caamal Itzá
La interrelación del clima con la vida cotidiana del maya es un tema de constante observación y monitoreo por parte de los indígenas de Yucatán. La información, generada por cada uno de los elementos que integran el ecosistema a lo largo y ancho del territorio peninsular, es parte fundamental para entender cómo será la época de sequía o lluvia para la zona.
Los datos recopilados se sistematizan y, de alguna forma, son usados estratégicamente en la toma de decisiones antes de ser cultivada la tierra por parte de los productores; esto, lógicamente, implica cómo los involucrados hacen sus calendarios de siembras, adaptando las necesidades fisiológicas de cada uno de sus cultivos, sin perder de vista las peculiaridades del suelo, vegetación y el clima del lugar.
Por otra parte, el hecho de saber la época en que se presentan las lluvias y la sequía permite, a la gente, realizar diversas actividades, por ejemplo semanas previas al periodo lluvioso, son desparasitados todos los integrantes de la familia; asimismo, se da mantenimiento al techo de las casas tradicionales, cambiando las palmas de huano que se han deteriorado; se limpian las sartenejas (oquedades naturales que hay entre las piedras y que en los días de lluvia se llenan de agua), y se preparan los nuevos campos de cultivo; además, en esta misma época, inician los preparativos para realizar la ceremonia anual del Ch’a chaac (para atraer la lluvia).
Los adultos mayores son quienes destacan entre los grandes conocedores del tiempo atmosférico local; sus conocimientos los transmiten por la vía oral a sus nietos (as) e hijos (as), y eso sucede al acompañarlos en las diversas actividades que realizan en los espacios de la milpa o del solar.
Entonces la predicción, en cuanto a la presencia de lluvias o la prolongación del periodo de la sequía en determinados lugares de Yucatán, está regida por la experiencia generada entre las generaciones pasadas y actuales, la cual registra, en la memoria popular, el comportamiento específico de cada uno de los elementos de la naturaleza.
Los conocedores del tiempo atmosférico local consideran, de primera instancia, la información generada en los registros de las cabañuelas o Xok k’íin del año en curso, además de las generadas diariamente en el entorno, misma que, al ser compartida en las reuniones familiares y comunitarias, son sistematizadas que terminan retroalimentando sus conocimientos acerca de los “indicadores de lluvias, sequías y presagios funestos en el terreno de la vida familiar”.
Entre los “indicadores” se encuentran las hormigas, mismas que son posible encontrarlas llevándose consigo a sus larvas en los lugares menos inundables; lo mismo sucede con algunos insectos llamados Xk’íix, cuyo canto, acuerdo con la altura del árbol en que se encuentre, se asocia con la temporalidad del periodo lluvioso.
En cuanto al ruido que hacen las cigarras con sus alas, por lo general predicen la prolongación de la sequía o la interrupción de las lluvias; mientras que el canto o algún comportamiento especial de los pájaros Xbakin chulim, y el Xch’íikbuul, representa información puntual que puede pronosticar el primer aguacero de esta temporada, y en el caso del pájaro Mukuy (tórtola), al dejar sus huevos encima de algún lugar visible al productor, y no ponerlos en su nido, es señal relacionada con la sequía y la pérdida de la cosecha.
En el trayecto de la milpa, el productor tiene la oportunidad de observar detenidamente a los árboles, como el Jabín y Beek, así como el comportamiento del Muuk (árbol que tiene un crecimiento similar al bejuco y con espinas), todas estas plantas, la abundancia o no de sus flores, la relación de los frutos y su follaje, siempre son indicadores de cómo serán las cosechas de maíz en este año.
Ahora, sí en la rama de estos árboles, se tiene algunos nidos del pájaro Yuya (Oropéndola), se debe de identificar la forma en que están construidos, ya que si son alargadas o redondeadas tiene un significado para cada caso; por otro lado, si los materiales con que están elaborados dicho nidos están verdes o completamente secos, representaría la prontitud o la lejanía de las lluvias.
De acuerdo con el conocimiento tradicional, las abundantes raíces que se generan en la parte aérea cercana a las raíces de los maizales, pronostican “que es posible que en ese año, impacte un poderoso ciclón en estos lugares”.
Los cenotes también forman parte del sistema de observación del tiempo atmosférico, de tal forma que los que viven cercanos a él, dicen que días previos a que se manifiesten las lluvias, aumenta el movimiento de sus aguas y dicen que: “quedan muy limpias”.
Por su parte, respecto al fenómeno celeste de la luna llena, los campesinos aseguran “que atrae la lluvia”, lo mismo sucede cuando por las noches se le observa que tiene “el halo lunar”, su significado es el mismo, debido al aumento de la humedad y que por las mañanas es posible observarlo con la presencia de una intensa neblina.
Hay ocasiones en que es posible observar, al amanecer, la presencia de extensos nubarrones en la parte oriente, que fungen también como indicador, y los campesinos le llaman “Nac chaac” (nubes tipo cúmulo-nimbos que predicen la cercanía de las lluvias) o, en su caso, la formación del “elón” —pequeño manchón de nube revestido de matices semiverdes o anaranjadas—, cuyo significado podría ser nefasto para la vida de los pueblos, porque tiene relación con alguna epidemia.
Otros de los aspectos a considerar, son los vientos bajos que se registran por las noches durante el tiempo de sequía. En lo que respecta a las variaciones de la temperatura, cuando cambia drásticamente, como del intenso calor registrado en las primeras horas de la noche y al cambiar repentinamente durante la madrugada, eso indica la crudeza del tiempo en los próximos días.
Las mujeres desde el solar, lugar donde se registran también alguno de los fenómenos relacionados con el clima; como horas antes de un fuerte aguacero, el árbol del cedro libera su aroma que le es característico o cuando el gallo canta en horas no habituales. Desde la cocina maya también puede ser observable otro indicador, como es el caso del Yabakna o cierto acumulamiento de bióxido de carbono que se encuentran en las puntas de la palma de huano (material en que está construido el techo de las casas tradicionales), el cual al absorber la humedad ambiental, termina por condensarse, y también pronostica la cercanía de las lluvias en las próximas horas. Aparte de estos indicadores, existen otros relacionados con el cuerpo humano, y que también pueden ser fuente de información sobre el estado del tiempo.
Entonces, esta gama de información es generada por los componentes del ecosistema e “intervienen en su papel de indicar el estado del tiempo”. Ahora sólo basta quienes deseen contar con este tipo de formación en las comunidades para generar esas capacidades de observación, así como el hecho de que los datos puedan ser sistematizados, mismos que al ser cruzados con los generados por los modernos instrumentos de meteorología, es posible contar con un análisis serio, así como tener presente la valía y la importancia de nuestros “indicadores naturales” que monitorean permanentemente el estado del tiempo, a pesar de algunas variaciones debidas al cambio climático, siguen siendo herramientas básicas en la toma de decisiones porque de él surgen los pronósticos del comportamiento climático de corto, mediano y largo plazos.
¿Cómo podemos articular este tipo de conocimientos que se generó hace miles de años en Yucatán? Considerando que en la actualidad contamos con los últimos adelantos tecnológicos, como es el uso de la información satelital que muestra en “tiempo real” la ubicación de perturbaciones atmosféricas y de los ciclones, ¿qué debemos hacer, como sociedad, para que los niños no desprecien este tipo de conocimientos locales?