En Guatemala, no pocas mujeres suelen enterarse de su embarazo a los dos meses de gestación, por falta de un control natal adecuado, lo que pone en riesgo a su bebé de contraer cualquiera de las cinco enfermedades congénitas que prevalecen en este país, principalmente la de espina bífida, que afecta por lo menos a 36 niños por cada 10 mil nacidos vivos.Las guatemaltecas desconocen la importancia de la ingesta de ácido fólico antes del embarazo y durante los primeros 28 días de haber concebido, lo que las hace vulnerables de procrear niñas y niños con este mal, primordialmente a las gestantes entre los 18 y 25 años de edad.
Las cifras reveladas por la Universidad de San Carlos de Guatemala dan cuenta que, sólo en la capital, cinco neonatos por cada mil nacidos vivos padecen labio leporino, espina bífida, desórdenes musculoesqueléticos, anomalías gastrointestinales y defectos cardiacos.
El número se eleva a seis o siete, según la región del país.
Michelle de Batres, de la Asociación Guatemalteca de Espina Bífida, indica que uno de cada 150 niños nacidos tiene espina bífida en esta nación centroamericana.
En la mujer indígena, señala Edilzar Castro, de la no gubernamental Asociación Pro Bienestar de la Familia (Aprofam), es mayormente marcada la malformación congénita porque este mal es más común en la clase socioeconómica baja.
En este país de 14 millones de habitantes, siete de cada diez guatemaltecos son pobres, entre ellos los descendientes mayas, que viven con menos de un dólar al día para comer, vestirse, curarse y transportarse y agregado a eso suelen tener de cinco a seis hijos.
La mujer maya no tiene acceso a salud sexual y reproductiva, sus patrones culturales están regidos por tradiciones que hacen de la sexualidad un tema tabú, e incluso no puede concebir si no es atendida por una comadrona, por lo que no tiene un control prenatal, destacan investigaciones del departamento de salud sexual y reproductiva del Ministerio de Salud Pública.
DESNUTRICIÓN Y MALFORMACIONES
El Sistema de Vigilancia activo para defectos del tubo neural, del Ministerio de Salud Pública, reporta una mayor incidencia de malformaciones congénitas en la población indígena por tener altos índices de desnutrición.
A ello se une la falta de educación sobre el tema que, por desconocimiento, costo o inaccesibilidad, impide a las mujeres en edad reproductiva tomar suplementos o consumir alimentos ricos en ácido fólico.
Castro, de Aprofam, indica que, pese a existir una gran producción de verduras y hierbas, los indígenas no las cultivan para comer, sino para venderlas y, además, no les agrada consumirlas, por lo que las mujeres carecen de este elemento, ya sea por desconocimiento, costo o inaccesibilidad.
El Instituto de Nutrición de Centroamérica y Panamá (INCAP) indica que la dieta de la mayoría de la población guatemalteca es monótona, escasa y baja en vitaminas A y hierro. En general, se basa en tortillas de maíz, frijoles, pan, tomate y huevos, por lo cual la anemia es generalizada, principalmente en las niñas y niños de uno a cinco años de edad.
Edwin Calgua Guerra, director del Centro de investigaciones de Ciencias Médicas de la Universidad de San Carlos de Guatemala señala, además, que la espina bífida en neonatos es un problema que ocurre en este país porque sólo 20 por ciento de las mujeres en edad fértil llevan un control pre natal.
A eso se agrega que 50 por ciento de los embarazos ocurridos en esta región no son planificados; es decir, más de mil 500, por lo que las enfermedades congénitas ocurren en madres jóvenes que ni siquiera saben de la existencia del ácido fólico para prevenir estos males.
Estudios clínicos muestran que una deficiencia de ácido fólico incrementa notablemente el riesgo de que el bebé tenga malformaciones neuronales y se aumentan las posibilidades de que sufra espina bífida.
El ácido fólico, conocido también como vitamina B9, se encuentra de forma natural en casi todas las verduras de hoja, como la acelga, apio, perejil, col, lechuga y otras. Además, en la remolacha, chícharo, garbanzo, lenteja, cereales, lácteos y frutas como la naranja, el melón, el plátano. Las carenes y pescados son pobres en ácido fólico.
En algunos casos, e indicado por el médico, es necesario recurrir a suplementos vitamínicos, pero siempre es preferible consumir de forma natural las vitaminas y minerales que el bebé necesita.