domingo, 25 de mayo de 2008

En defensa de nuestro maíz


“Ayer el petróleo, fuente no renovable, Hoy el maíz, fuente contaminada”. (Abel Desestress)

Cuenta un mito nahua cómo Quetzalcóatl, después de haber traído desde el inframundo los «huesos preciosos» con los que fueron creados los hombres en Tamoanchan, puso
en un predicamento a los dioses que ahora se preguntaban qué cosa comerían estas criaturas. Una hormiga roja había ido a traer maíz del interior del Tonacatépetl o Cerro de los Mantenimientos, cuando la encontró Quetzalcóatl y le preguntó de dónde había sacado esos granos. La hormiga se resistía a responder, pero ante la insistencia del dios, finalmente señaló el lugar. Entonces Quetzalcóatl se convirtió en hormiga negra y acompañó a la colorada hasta el enorme depósito. Entre ambas acarrearon mucho grano a Tamoanchan. Fue así como los dioses masticaron el maíz y lo pusieron en boca de los humanos para alimentarlos. Pero enseguida los dioses se preguntaron: ¿Qué haremos con el Tonacatépetl? La respuesta la dieron Oxomoco y Cimapactonal, la pareja primigenia, en un acto de adivinación en el que emplearon también semillas de maíz. Aquellos chamanes revelaron que el buboso Nanáhuatl desgranaría a palos el Cerro de los Mantenimientos. Entonces se previno a las deidades de la lluvia, los tlaloque azules, blancos, amarillos y rojos, de lo que iba a suceder y Nanáhuatl desgranó el maíz a palos. Los tlaloque recogieron al maíz esparcido ya en estos cuatro colores y todo el demás alimento que se regó al apalear el Tonacatépetl.
Seguramente muchos de los participantes en la IV Feria del Maíz, realizada los pasados jueves 22 y viernes 23 de mayo en Paracho, conocen éste y otros mitos y leyendas que perviven a todo lo largo y ancho de territorio nacional, permitiéndonos reconocer a la planta sagrada como parte de la historia de América desde antes de la llegada de los europeos.
El desarrollo del maíz estuvo vinculado estrechamente con la evolución de los pueblos precolombinos, siendo el cultivo de esta gramínea lo que permitió, primero, el asentamiento del hombre prehistórico en aldeas; luego, el surgimiento de grandes concentraciones urbanas, y más tarde, el surgimiento de grandes civilizaciones en nuestra América: La cultura andina que daría lugar, al Sur del continente, al imperio Inca y las bien llamadas «civilizaciones del maíz» en el México antiguo.
«El maíz es de origen americano y fue introducido al Viejo Mundo sólo a partir del descubrimiento del Nuevo Mundo», cita A. de Candolle en 1886, y las evidencias encontradas desde entonces hace de tal afirmación una verdad incuestionable. Las investigaciones realizadas para buscar los orígenes del maíz en el Valle de Tehuacán, Puebla, han proporcionado datos muy interesantes, ya que a partir de polen fosilizado encontrado se reconoció el progenitor de los tipos de maíz conocidos anteriores. Las mazorcas más antiguas se localizaron en la fase Coxcatlán (cinco mil 200-tres mil 400) y junto a las mazorcas aparecieron calabazas, frijol, chiles y amarantos, lo cual hace pensar que había una agricultura diversa.
Cultos, creencias y tradiciones precolombinas en torno del maíz han permitido que éste conserve su lugar como elemento de vital importancia en la sociedad mexicana. Las familias campesinas que lo cultivan le guardan un gran respeto y rigen sus vidas con esta planta milagrosa que dio origen a la grandeza del México antiguo. Los nahuas actuales, por ejemplo, nunca dejan el grano tirado en el suelo, porque no quieren pisarlo, ya que «si se hace esto, el maíz se puede molestar y ofender y al sembrarlo, no va a germinar, crecer y menos producir».
Se sabe de una ceremonia de los recién nacidos que se remonta al Siglo XVII y que aún se celebra en muchas comunidades: Sobre una mazorca de maíz pintada de muchos colores, se corta el cordón umbilical del recién nacido con un cuchillo nuevo (podía ser de obsidiana) que luego se arroja al río. El elote con la sangre se cura al humo y llegado el momento, los granos se siembran con extremo cuidado en nombre del niño. Lo producido se cosecha y se vuelve a sembrar y el producto de esta cosecha se usa para el sustento del muchacho hasta que éste es capaz de sembrar su propia milpa. Dicen que así el niño come no sólo del sudor de su frente, sino también de su propia sangre. Esto sucede entre los mayas.
Herederos de una gran cultura religiosa, los mayas de hoy son profundamente animistas: Todo lo creado vive, siente y debe ser propiciado; en consecuencia, sienten un enorme cariño y respeto por la naturaleza y, desde luego, por el maíz. Cuando tumban árboles para sembrar la milpa piden perdón a la tierra por «desfigurar» su faz; además, sostienen que el maíz teme a los temblores de tierra, por lo que cuando hay terremoto, llaman a voces al maíz para tranquilizarlo. Dicen que si se dejan juntos en el patio un elote amarillo y otro blanco, éstos copulan y que se debe ser un verdadero tonto para hundir las uñas en el maíz para ver si está maduro, pues esto lo lastima, como nos lastimaría a nosotros.
También los mayas usan la palabra para presagiar acontecimientos de diversa índole. Cuando las hojas que envuelven la mazorca son delgadas, significa que el invierno será moderado y cuando son gruesas, cuando el invierno será muy frío. En ciertos lugares de Guatemala, el elote más grande de la cosecha se amarra a un cohete: si alcanza buena altura, buena señal.
Durante la Primera Feria del Maíz Criollo (Sin consumo no hay Maíz) celebrada en Pátzcuaro en el año 2005, el Grupo Interdisciplinario de Tecnología Rural Apropiada, incentivó al consumo del maíz criollo de la cuenca de Pátzcuaro y Zirahuén, alertando de las serias amenazas que existen para la diversidad de maíces existentes, como el abandono de la agricultura por la migración, por la falta de interés de los jóvenes, por la edad avanzada de muchos campesinos, por la baja rentabilidad de la actividad; por la preferencia de la industria hacia las variedades mejoradas de maíz; por el cambio en los hábitos alimenticios de la población en general, por el consumo cada vez de mayores cantidades de alimentos industrializados y comida chatarra que desplazan a la dieta tradicional y más sana. También debemos agregar el desdén que hacia la cultura del maíz ha mantenido desde hace varios lustros el gobierno, apostados a la transformación de este alimento básico en mercancía sujeta a las leyes del mercado y a los intereses de las empresas transnacionales.
Las ferias del maíz en Michoacán, convocadas por agricultores, organismos no gubernamentales, instituciones educativas y autoridades comunales, nos invitan a consumir alimentos hechos con maíz criollo, porque con esta acción estaremos «promoviendo la identidad cultural de nuestro pueblo; apoyando a más de dos mil agricultores; apoyando la generación de empleo en las comunidades rurales y valorando las propiedades estéticas y culinarias de los maíces mexicanos».
La campaña nacional Sin maíz no hay país, menciona: «La próxima vez que te comas algo hecho con maíz, piensa en los siglos y los cientos de manos que hicieron posible que llegara hasta ti. Saborea la historia y la cultura. Disfruta del patrimonio que te llevas a la boca, para defender nuestro maíz consume maíz criollo, prefiere maíz azul o las tortillas hechas a mano que se venden por docena en los mercados y tianguis. México no importa elotes tiernos, ni maíces blancos, pintos, rojos o azules que no se producen a escala comercial. Prefiere estos maíces, pues se trata de granos mexicanos, lo que hace menos probable que estén contaminados con transgénicos».
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